Ir directamente al contenido

✨ ¡Envíos gratis en compras superiores a $120.000!

Testimonio erótico: El día que cumplimos nuestra fantasía a tres

Testimonio erótico: El día que cumplimos nuestra fantasía a tres

La idea había estado en nuestras conversaciones durante meses.  

Entre risas, entre bromas, entre susurros en la cama después de tener sexo, esa fantasía fue tomando forma.
Un trío.
Tener a otra persona entre nosotros.
Ver y sentir cómo el deseo se multiplicaba, cómo lo que parecía un juego mental podía convertirse en carne y fuego.

No era algo que hubiéramos buscado activamente, pero sabíamos que tarde o temprano, si el momento se daba, no diríamos que no.

Y el momento llegó.


Era una noche cualquiera, de esas en las que todo parece normal hasta que se vuelve inolvidable.

Salimos a tomar algo.
El —el tercero— era un amigo con el que siempre hubo tensión.
Miradas que duraban un poco más.
Risas con doble sentido.
Pequeños roces que, en otras circunstancias, habríamos ignorado.

Pero esa noche... no ignoramos nada.

Entre copas y conversaciones, la energía cambió.
Nos mirábamos los tres, cómplices.
Las sonrisas se volvieron más suaves, las miradas más pesadas.

Y entonces, el lo dijo.
Sin rodeos.
"Si alguna vez quisieran intentar... saben que estoy abierto."

Mi pareja y yo intercambiamos miradas.
No hubo dudas.
Solo deseo.

"Esta noche," respondí yo.


El camino al apartamento fue eléctrico.

Nos besamos en el ascensor.
Las manos de el en mi cuello.
Las de mi pareja acariciando mis muslos.

Ya no había vuelta atrás.

Al llegar, la ropa desapareció casi mágicamente.
Éramos tres cuerpos ávidos, hambrientos, curiosos.

El primer toque fue pura adrenalina.
El y mi pareja besándome encendió algo brutal en mí.
Los celos se mezclaron con la excitación.
La posesividad con la lujuria.

Me uní.

Mis manos recorriendo su espalda.
Sus labios atrapando mis pezones.
La lengua de el bajando lentamente entre mis piernas, mientras mi pareja me sujetaba con fuerza.

Era demasiado.
Y al mismo tiempo, era perfecto.


No recuerdo en qué momento dejamos de distinguir qué cuerpo era de quién.

Todo era calor.
Manos, bocas, gemidos.

Mi pareja me penetraba mientras el lamía mis pechos.

Era puro instinto.

Los gemidos llenaban el cuarto.
La luna, colándose por la ventana, era la única testigo silenciosa de nuestra versión más sucia y hermosa.

Nos venimos los tres casi al mismo tiempo.
Sudorosos.
Jadeando.
Sonriendo como animales satisfechos.


El silencio que siguió no fue incómodo.

Fue profundo.

Nos abrazamos, riendo suavemente.
No había culpa.
No había confusión.

Solo un sentimiento absoluto de haber hecho algo que nos unió más de lo que cualquier conversación lo había hecho antes.

Esa noche no rompimos nada.
Esa noche construimos algo nuevo.
Nuestra relación había cruzado un límite.
Y en vez de alejarnos, nos hizo más fuertes.

Hoy, cuando hablamos de esa noche, aún nos excita.
Aún encendemos ese recuerdo en medio del sexo.
Aún jugamos con la idea de repetirlo.

Porque el día que cumplimos nuestra fantasía a tres… descubrimos que los deseos son puertas.
Y a veces, abrirlas es lo mejor que puedes hacer como pareja.

Regresar al blog